Era como mi sombra by Pilar Lozano Carbayo

Era como mi sombra by Pilar Lozano Carbayo

autor:Pilar Lozano Carbayo [Pilar Lozano Carbayo]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786289535709
editor: 2023
publicado: 2022-12-06T23:00:00+00:00


OCHO

—Hoy tendrán una noticia que les va a gustar —anunciaron una mañana.

Estábamos reunidos en el patio de formación. Aunque ya sabíamos de tres ingresos, ni se me ocurrió pensar que uno pudiera ser Julián. Las últimas dos veces en el pueblo me lo había encontrado. Por la forma que me miraba, noté algo raro.

¡Qué alegría cuando lo vi llegar esa tarde! Yo ajustaba ya seis meses encampamentado. Le di un abrazo fuerte, como de árbol. Y supe: lo habían echado de la casa. La mamá levantó mozo y el hombre le cogió ojeriza. Llegó con otros dos conocidos. Siempre era bacano recibir a gente cercana.

Julián volvió desde ese día a ocupar su sitio en mi vida: ser mi sombra. Dormíamos en el mismo cambuche, entrenábamos juntos, salíamos a guerrear juntos. Le enseñé cómo andar en formación, cómo operar en diferente terreno, cómo cubrirse… Y compartí con él un secreto aprendido en seis meses de guerra:

—Uno debe querer y cuidar el armamento como si fuera la novia.

Es una ventaja frente al ejército. Ellos no lo hacen. ¡Qué fusiles pa cochinos! Con razón les fallan en el combate. Uno también cuida la ropa, la tiene bien pulidita, bien arregladita, para no verse como pordiosero.

Me dediqué a protegerlo, a taparle como fuera sus faltas. Porque la embarró más de una vez. Él, de disciplina, pocón.

Un día yo estaba encargado de hacer cumplir la guardia. Chequeaba que todo estuviera en regla y alertaba a los que seguían en el relevo de turno.

Cuando llegué a pedir novedades al puesto, no lo encontré. Pensé: «Hummm… este chino se voló. Ahoritica nos mandan a buscarlo para matarlo». La deserción, se aprende desde el primer día, es imperdonable.

Lo encontré tirado en un potrero, acostado, dormido, brazos y piernas abiertas, ¡el muy cómodo! Lo jalé del pantalón.

—¡Huevón! ¿Qué hace ahí? —le grité embejucado.

—Asoleándome, ¿no ve que hace mucho frío? —fue lo único que atinó a decir.

—Venga rapidito para acá, hermano, si lo pillan, lo amarran.

Si hubiera sido otro, de una lo hubiera mandado sancionar. Abandonar la guardia es un error muy grave. Se pone en riesgo a toda la unidad. Aparece el enemigo y es muerte fija: acorralados, desprevenidos.

Cuando el oficial de servicio me mandaba a revisar a los de mi escuadra —que tuvieran los equipos completos y las caletas ordenadas—, yo repasaba bien por si Julián había dejado algo tirado. Y ocurría a cada rato; olvidaba las ollas, las medias…

Yo escondía lo que encontraba debajo de alguna mata y le reportaba al oficial con mi voz de obediencia:

—Todo en orden. Ninguna irregularidad.

Cada olla olvidada eran cinco o diez viajes de leña de castigo.

En clase era un lío: Julián se quedaba dormido. A mí también, a veces, me costaba seguir el hilo de la charla. La más jarta: Teoría de la Organización Política. Casi siempre nos ponían delante un man áspero, aburrido. Pero me gustaba cuando nos hacían entender a punta de ejemplos:

—El alcalde no está cumpliendo con nada. ¿Sí ven? ¡Ni para cuadernos en la escuela les ayuda a ustedes los pelados!

Cierto.



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